La calle que tú me das-calle ausente todavía-,no será tuya ni mía.Calle de todos será.Por el momento no es másque una canción encendida,una estrella fugitivaque soñamos alcanzar.Por de pronto se nos vade los ojos, como el día;volando, como la vida,sobre la tierra y el mar.La calle que tú me das,no será tuya ni mía.Habrá de ser compartida.Calle de todos será.Agustín Millares Sall
Este ha sido un año especialmente intenso por muchas razones. Intenso porque la crisis y las políticas del Partido Popular basadas en recortes indiscriminados y en un control obsesivo y manipulado del déficit, nos han sumido en una especie de desánimo colectivo. La realidad que nos quieren imponer nos llega cada día, y no caer en la apatía y el desánimo, requiere una gran dosis de compromiso vital para no perder de vista lo importante frente a las urgencias que hay que afrontar cada día.
Ha sido intenso también porque nos enfrentamos a una derecha que está demostrando día a día, con las decisiones que toma, que la igualdad de género, la igualdad entre mujeres y hombres, no forma parte de sus prioridades, o bien pensado, sí que es una prioridad, aunque desde el punto de vista de su desmantelamiento. El último ejemplo lo encontramos con el cierre de ONU Mujeres, una agencia de Naciones Unidas que no implicaba ningún coste económico para el Gobierno y sin embargo ahí tenemos la decisión del PP de proceder a su cierre. Aunque las decisiones económicas son siempre ideológicas, en este caso ni siquiera se puede recurrir a la excusa de la crisis económica, es una decisión ideológica pura y dura sin más artificios.
Ha sido una año intenso porque nos hemos visto forzadas a estar en alerta permanente ante los ataques frontales de la derecha en el Gobierno, muchas han sido las noticias y decisiones políticas que nos obligan a defender derechos que creíamos conquistados. En igualdad cuesta mucho avanzar y conquistar derechos, pero estamos viendo lo fácil que resulta retroceder. Sin duda el momento es propicio, cuando cubrir las necesidades vitales se convierte en una cuestión de supervivencia, lo urgente no deja espacio a lo importante, nadie va a salir en masa a defender los derechos conquistados en materia de igualdad, incluso puede parecer una frivolidad cuando hay familias que tienen muchas dificultades para llegar a fin de mes o se están viendo desahuciadas por un sistema que nos quiere hacer creer que la culpa ha sido nuestra por haber vivido por encima de nuestras posibilidades, ocultando así la responsabilidad de un sistema financiero que creció a nuestra costa gracias a la especulación. Y encima ahora, el coste de su irresponsabilidad, tenemos que asumirlo quienes no fuimos responsables sino víctimas de su negocio. Pero no caigamos en la trampa de pensar que la igualdad no importa, cuando perdemos un derecho perdemos libertad y se atenta contra la democracia, que es lo único que nos salva de los totalitarismos, los populismos y los movimientos fascistas que estamos viendo resurgir en algunos países de nuestro entorno.
La negación de la política no es la solución, tenemos que liberar el término de todas las connotaciones peyorativas que interesadamente se quieren imponer en el sentir personal y colectivo. La política es la construcción y la gestión de lo público, la resolución de los conflictos y la remoción de los obstáculos que impiden que la igualdad sea real y efectiva para todas las personas y contribuir a una mayor cohesión social. La política no es el problema, sin la política dejamos abierto el campo para que quienes defienden los intereses de una minoría privilegiada puedan actuar con total impunidad. Si nos colocamos fuera de la política careceremos de los instrumentos necesarios para transformar la sociedad en clave de igualdad.
Pero no todas las políticas son iguales como nos quieren hacer creer, la política puede contribuir a disminuir las desigualdades sociales o puede reforzarlas como estamos viendo en estos momentos, el ejemplo más palpable, la privatización de la gestión de la sanidad pública que está llevando a cabo el PP.
Si hablamos de políticas de igualdad, los retrocesos son evidentes. La propuesta de reforma de la Ley de salud sexual y reproductiva nos puede llevar de un modelo en el que se reconoce el derecho a una maternidad libremente decidida, el derecho a la educación y la salud sexual y la interrupción voluntaria del embrazo dentro de los plazos establecidos, a un modelo que vuelve a limitar los supuestos, que nos niega el derecho a decidir, al volver a colocarnos bajo la tutela de un tercero que debe decidir en nuestro lugar y, que además, corre el riesgo de quedar fuera de la cartera de prestaciones básicas de la Sanidad Pública.
El desmantelamiento de la Ley de la Dependencia, antes de haber culminado su pleno desarrollo, no solo perjudica a las personas en situación de dependencia sino a quienes históricamente han sido las responsables de los cuidados: las mujeres. En nuestro país, el 93% de las personas cuidadoras de dependientes son mujeres, que además, en la mayoría de los casos, se habían visto obligadas a abandonar el mercado laboral por la dedicación que requieren las tareas de cuidado. Los recortes en las prestaciones, o la supresión de la cotización que permitía que el día de mañana pudieran tener derecho a una pensión, son medidas que contribuyen a la feminización de la pobreza.
En el ámbito laboral, las mujeres ya se enfrentaban antes de la crisis a una situación de desventaja y discriminación: la segregación del mercado laboral, la discriminación salarial, las dificultades de promoción y el techo de cristal, y eso a pesar de ser la generación de mujeres más preparadas y mejor formadas de las últimas décadas, como demuestran los resultados en el ámbito académico. La reforma laboral impuesta por el PP, una reforma injusta y perversa para los trabajadores y trabajadoras, en un país en las que las tasas de actividad femenina han sido históricamente muy inferiores a la masculina, en la que el paro femenino es un problema estructural, refuerza la precariedad femenina en el empleo y dificulta su incorporación y permanencia. A esto hay que añadir los recortes en el Estado del Bienestar, que tienen un impacto diferente en mujeres y hombres por los roles de género que todavía se reproducen. Si las mujeres siguen siendo las principales cuidadoras, de menores, dependientes y personas mayores, la desaparición de aquellos servicios que han permitido a las mujeres conciliar vida laboral y familiar (digo conciliar, porque la corresponsabilidad todavía es un reto por alcanzar e implica la participación activa de los hombres en todas los trabajos y tareas que se han asignado socialmente a las mujeres), unido a la precariedad en el mercado laboral, pueden acabar desincentivando a las mujeres a la hora de participar en el empleo. El riesgo de pérdida de autonomía para muchas mujeres se está convirtiendo en realidad, y sin autonomía económica no puede haber igualdad.
En el ámbito laboral, las mujeres ya se enfrentaban antes de la crisis a una situación de desventaja y discriminación: la segregación del mercado laboral, la discriminación salarial, las dificultades de promoción y el techo de cristal, y eso a pesar de ser la generación de mujeres más preparadas y mejor formadas de las últimas décadas, como demuestran los resultados en el ámbito académico. La reforma laboral impuesta por el PP, una reforma injusta y perversa para los trabajadores y trabajadoras, en un país en las que las tasas de actividad femenina han sido históricamente muy inferiores a la masculina, en la que el paro femenino es un problema estructural, refuerza la precariedad femenina en el empleo y dificulta su incorporación y permanencia. A esto hay que añadir los recortes en el Estado del Bienestar, que tienen un impacto diferente en mujeres y hombres por los roles de género que todavía se reproducen. Si las mujeres siguen siendo las principales cuidadoras, de menores, dependientes y personas mayores, la desaparición de aquellos servicios que han permitido a las mujeres conciliar vida laboral y familiar (digo conciliar, porque la corresponsabilidad todavía es un reto por alcanzar e implica la participación activa de los hombres en todas los trabajos y tareas que se han asignado socialmente a las mujeres), unido a la precariedad en el mercado laboral, pueden acabar desincentivando a las mujeres a la hora de participar en el empleo. El riesgo de pérdida de autonomía para muchas mujeres se está convirtiendo en realidad, y sin autonomía económica no puede haber igualdad.
A punto de finalizar el año, si de hacer balance se trata, tenemos que recordar que 46 mujeres han sido asesinadas este año por sus parejas o exparejas y solo 8 habían presentado denuncia. En Canarias han sido asesinadas dos mujeres por violencia de género y un niño menor de edad. Y a pesar de esta realidad, la violencia machista sigue estando cuestionada, se pretende invisibilizar su auténtica dimensión y se distorsiona la información con mensajes que solo buscan confundir a la opinión pública. No nos podemos olvidar de los y las menores, que también son víctimas de esta violencia, bien por sufrirla directamente o bien por ser testigos de la misma. En Canarias, en 2011 fueron atendidos 1.134 menores. Tenemos que seguir trabajando por generar conciencia crítica, la violencia machista es un problema estructural que nace de las desigualdades que todavía existen, de la falta de consideración de los hombres que agreden y violentan a las mujeres porque no las reconocen como iguales. Son muchas las formas de violencia que sufren las mujeres, cuando hay quienes piensan que "las leyes son como las mujeres, están para violarlas", no es de extrañar que la violencia machista se siga reproduciendo y retroalimentando.
La crisis económica y las políticas ultraconservadoras no contribuyen a la igualdad, todo lo contrario, las mujeres, que siempre han estado en "crisis", ven ahora empeorar su situación y posición. Tenemos que centrar el debate en qué modelo de sociedad queremos y eso pasa por ser conscientes de aquellos derechos que en ningún caso pueden ser vulnerados, o llevados hasta tal punto que sean irreconocibles o imposible el ejercicio de los mismos. Sin libertad, sin justicia, sin democracia, en definitiva, sin igualdad, no podremos seguir avanzando en un modelo de sociedad que sea justa y habitable para todas y todos.
A pesar de todo lo dicho, hay espacios en los que todavía se trabaja por la igualdad, tanto a nivel individual como colectivo, desde las asociaciones de mujeres y el movimiento feminista y, también, quedan espacios institucionales en los que, a pesar de los ajustes económicos que nos está imponiendo la ortodoxia del control del déficit y la estabilidad presupuestaria, se está haciendo un gran esfuerzo para defender aquellos servicios esenciales y por mantener un discurso ideológico alternativo al pensamiento único que se quiere imponer. Porque estamos ante una batalla ideológica, y el feminismo es la última punta de lanza que queda de los grandes movimientos transformadores de la sociedad. Pensar que la ideología no importa, es un error. La ideología, cuando está amparada en una teoría, como es el caso del feminismo, nos da un marco interpretativo de la realidad, y nos da significado y coherencia a la acción transformadora. Mi deseo para 2013, que mantengamos y reforcemos el compromiso individual y colectivo para seguir transformando esta sociedad, mejorando la calidad democrática y ganando mayores cuotas de igualdad.